El autor comienza explicando que cada vez son más los países que reivindican leyes que establezcan el "derecho a la desconexión". Este está planteado como medidas laborales tales como no contestar a correos de trabajo fuera del horario. No obstante, el autor defiende que no sólo está implicado el ámbito laboral y, por lo tanto, debería afrontarse desde una perspectiva mucho más amplia. De esta manera, se expone cómo, al estar conectados a la red, proporcionamos nuestros datos personales a diferentes compañías e instituciones, que se aprovechan de ellos.
Para escapar de esta última realidad, sin emargo, no se proponen medidas legales. Muchas veces, cuando las personas "desconectan" invierten el tiempo en otras plataformas como las redes sociales, diseñadas, degún Morozov, para provocar una dependencia en las personas, que están expuestas. Aunque evitemos que las empresas para las que trabajamos dejen de lucrarse a costa de nuestro libre, otras empresas se beneficiarán de él cuando les proporcionamos nuestros datos.
El autor explica que hasta que no desarrollemos otra economía de las comunicaciones digitales, no podremos realmente desconectarnos a no ser que paguemos un precio, pues el desconectarse se ha convertido en un servicio que se comercializa de diferentes formas como aplicaciones de mindfulness o los cada vez más numerosos campamentos de desintoxicación de Internet.
Como conclusión y respuesta al problema, quisiera destacar una de sus frases: "Para que el derecho a desconectar tenga verdaderamente contenido debe estar vinculado a una visión mucho más amplia y radical sobre qué hacer para que una sociedad con esa riqueza de datos conserve ciertos elementos esenciales de igualdad y justicia".
Considero que, de no haber leído este artículo, no me habría dado cuenta de esta otra cara de la conexión.Es un tema que considero que hubiera sido interesante que en el programa de "Conectados" (del que hablé en la entrada anterior), lo comentasen. En ese documental se veía a las personas enganchadas a Internet, muchas de ellas adictas, llegando incluso a acudir a terapia. Puede que la adicción sea uno de los objetivos de las empresas que comercializan con nuestros datos, tal y como afirma el autor, y que las personas de a pié no somos más que peones en la sociedad, que debemos estar controlados y no reivindicar nuestros derechos. Mientras tanto, proponen medidas que hacen que pensemos que son revolucionarias y velan por nuestro bienestar, para que no nos quejemos de la situación y podamos seguir al rebaño, como decía Nietzsche.
Referencias:
Morozov, E. (2017). La ilusión de una vida sin internet. El País. Recuperado de https://elpais.com/tecnologia/2017/02/24/actualidad/1487959938_635412.html.
Referencias:
Morozov, E. (2017). La ilusión de una vida sin internet. El País. Recuperado de https://elpais.com/tecnologia/2017/02/24/actualidad/1487959938_635412.html.
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