En relación con la entrada anterior y siguiendo con el taller de ciudadanía digital, hoy quiero hablar sobre un documental que vimos en clase sobre la adicción a las nuevas tecnologías, en especial al teléfono móvil, titulado "Conectados" y presentado por Jordi Évole.
En este documental muestran lo enganchados/as que estamos al teléfono móvil y a las redes sociales a través de relatos y entrevistas a otras personas.Vivmos constantemente pendientes de lo que está pasando en la pequeña pantalla y cada vez más nos evadimos de lo que está pasando en nuestro entorno próximo. En algunos casos, las personas se llegan a obsesionar demasiado con el teléfono móvil y con su propia presencia en las redes sociales, tratando de dar una imagen a través de este recurso y demostrar que uno/a tiene muchas amistades, vive muy bien y está actualizado/a con las nuevas tecnologías. Esto, en muchas ocasiones, puede agravarse y llegar a la adicción, haciendo que la persona termine viviendo en un mundo a parte preocupándose solamente del teléfono móvil y sin poder despegarse de él.
En primer lugar, aparece la historia de una joven adolescente que muestra su adicción al móvil y más concretamente a las redes sociales. Se la retrata como a una persona narcisista que pasa la mayor del tiempo sacándose fotos posando, que luego sube a su cuenta personal de Instagram. En este tipo de redes sociales, el porcentaje mayor de las fotos que suben los jóvenes son de ellos/as mismos/as en situaciones agradables. Sólo mostramos lo que queremos que los demás vean, haciendo ver que tenemos una vida rozando lo idílico, cuando puede que no sea así. Creo que, en parte, las redes sociales las utilizamos para crearnos una identidad que refleja únicamente lo mejor de nosotros/as mismos/as (sea verdad o no) y, muchas veces sentimos la necesidad de ocultarnos tras ella para protegernos de la realidad. También, la dependencia surge hacia la opinión pública, basando nuestra autoestima en la cantidad de "me gustas" que recibimos por publicación. No creo que subamos tanto fotos por el hecho de "compartirlas" como tal, sino para intentar demostrar al resto que somos personas socialmente reconocidas y no nos sentimos solas.
En la entrada anterior, comenté que a menudo el teléfono es una herramienta que empleamos para sentrinos socialmente seguros, en situaciones que podríamos considerar incómodas como el establecer una conversación con personas en las que no tenemos tanta confianza. Ello puede deteriorar las relaciones interpersonales, cuya calidad podría bajar significativamente si siempre "nos escondemos tras el cascarón". También pienso que se ve cada vez menos gente disfrutando de la soledad en las calles. Pocas veces se ve a personas solas, especialmente jóvenes, sentadas en un banco sin hacer nada o en una cafetería sin un móvil entre las manos. Parece como si tuviéramos miedo a estar solas y necesitáramos pendientemete aparentar que estamos a gusto con nosotros/as mismos/as. Sin embargo, pienso que hay una gran diferencia entre estar solo/a y sentirse solo/a. Una persona puede disfrutar de su soledad pero no sentirse sola. En cambio, muchas personas que, a aparentan tener un gran número de amistades en las redes, podrían estar sintiéndose solas si no trabaja las relaciones más allá de las redes. Aún pervive, además, un sentimiento de individualismo en la sociedad, con el cual una persona puede sentirse sola porque no se trabajan los vínculos con otras, sino que, por el contrario, supone "pisarlas" para ascender a lo más alto. El artista Edward Hopper (1924-1967) retrató la soledad que se vivía en la sociedad americana capitalista del siglo XX en algunos de sus cuadros:
Siguiendo con el ejemplo de la joven de Conectados, ella utilizaba el móvil a todas horas, hasta el punto de que su madre la castigaba prohibiéndole usarlo. No obstante, esto no la pararía y utilizaba el de sus amigas para conectarse a las redes.
A continuación, en el documental se veía como un grupo jóvenes acudían a una terapia en la que un experto les hacia preguntas acerca de su adicción a internet y acababan reconociendo sus problemas. El objetio de esta terapia era reducir el consumo y controlar la utilización del teléfono móvil y, por ello, se les reta a estar un tiempo sin utilizarlo.
En último lugar, opino que realmente existe un problema en torno al móvil pero quizás se podría haber planteado de otra forma la afirmación: en vez de "somos adictos al móvil" podrían haber encontrado el problema en las propias tecnologías y no en las personas, por ejemplo, declarando que "los móviles producen adicción". Creo que las personas no son culpables de la adicción, sino que no saben utilizar adecuadamente estas tecnologías básicamente porque no se les ha enseñado, teniendo como consecuencia su utilización sin control alguno. Por otra parte, se hace demasiado hicapié en las horas que pasamos con el móvil y no tanto en para qué lo utilizamos. Si le damos un correcto uso, sobre todo en el caso de las personas más vulnerables (niños y niñas), no debería haber tanto problema con el tiempo. Opino que es más relevante para qué utilizan las tecnologías y si realmente suponen un aprendizaje o un mero entretenimiento. Asimismo, el pasar muchas horas trabajando, chateando o navegando con el móvil no significa necesariamente que haya adicción, sino que esta comienza cuando pasamos demasiado tiempo con él dejando de ser conscientes de la realidad que nos rodea.